Modesto: locales y visitantes
Escrito por Carlos Triano - 25 de octubre de 2024
Siempre me ha gustado desayunar en la calle, incluso cuando el trabajo impone horarios madrugadores. Muchos bares en Sevilla abren sus puertas a las 6 o 7 de la mañana para gente como yo. Estos bares ofrecen el tradicional desayuno andaluz: café con leche y tostadas. Pero la oferta de tostadas, incluso a horas tan tempranas, es un mundo en sí mismo. Diferentes tipos de pan (mollete, integral, bollo, viena y alguna más) y muchas, muchas opciones para untar. La tradicional “pringá”, aceite y tomate -mi favorita-, el clásico jamón serrano, paté de hígado de cerdo, manteca, chicharrones, sobrasada, fiambre, etcétera. Todo por entre dos y cuatro euros (café incluido), dependiendo del producto y de si queremos la tostada “entera” o “media” (mayor o menor cantidad de pan).
El placer del desayuno fuera de casa se complementa con la lectura del periódico del día y se magnifica en aquellos días en los que no tenemos prisa ni el reloj nos persigue. Cuando voy a Sevilla (tres o cuatro días, tal vez una semana) me suelo quedar en el apartamento de la Plaza de Alfaro. Cuando lo vi por primera vez, antes de comprarlo, ya me cautivó por su tranquilidad y armonía (y eso que estaba amueblado con muy poca gracia). Tras reformarlo, la primera decoración fue obra mía, pero no quedó bien del todo. Fue Reyes, mi hija, la que se encargó de la decoración definitiva con el resultado de que, ahora, el sitio es tan agradable, pacífico y acogedor que cuesta decidirse a salir de él. Sin la promesa de un tranquilo y esmerado desayuno andaluz en Modesto, creo que muchas veces me quedaría escuchando música o leyendo.
Cruzo pausadamente la Plaza de Alfaro, que ya comienza a llenarse de grupos de turistas, y, a través de los Jardines de Murillo, en menos de 5 minutos me encuentro en la terraza de Modesto. El horario de Modesto ya es una declaración de principios: abre a las nueve. No es un sitio para ir a desayunar temprano o con prisa. Es un sitio para sentarse al sol entre naranjos y disfrutar con calma de un momento de paz.

Tomada por Reyes Triano - 2 de junio de 2023
En la terraza de modesto nos encontramos con una curiosa combinación de clientes locales y turistas. Los locales saben que vienen a un sitio tradicional, y la oferta es tan buena y flexible que los turistas se van de allí encantados de la experiencia. Pero no sólo es buena la oferta. Modesto es un negocio familiar que va por la tercera generación. Es de esos sitios donde, con ir un par de veces, el camarero se acuerda de lo que pediste el día anterior, si tomaste azúcar o endulzante con el café, si algo te gustó especialmente o no era de tu agrado.
Me siento en una de las mesas y, los días de suerte, me atiende Fran, miembro de la saga familiar. Se alegra de verme, me llama por mi nombre y tras la pregunta mágica "¿lo de siempre?" (se acuerda), se interesa discretamente por mi familia o aquel asunto que le comenté el mes pasado. El desayuno viene enseguida y Fran, todo educación y sabiduría hostelera, me deja tranquilo para que disfrute relajadamente de mi café, mi tostada y mi periódico.
Desayunar en Modesto es como volver a una Sevilla idílica que, probablemente, sólo exista en mi cabeza. Mientras desayuno, a veces no tengo más remedio que levantar la cabeza. Una ráfaga de aire que trae el olor de las flores del Parque o altera el intrincado juego de sombras que dibujan sobre la mesa las hojas de los naranjos, la algarabía lejana de unos niños que juegan, una expresión contenida en la conversación de dos amigos que pasan cerca brevemente. Levanto la cabeza y miro a mi alrededor. Los “guiris” de la mesa de al lado me sonríen amablemente como queriendo confirmar que ellos también están disfrutando de un momento especial e inesperado. La gente pasa atenta a sus asuntos, unos turistas, algo desconcertados por el caótico diseño de las calles del centro, caminan vacilantes. Una señora pasea a sus perritos. Los Jardines de Murillo, frescura y color, sirven de fondo a la escena.
Vuelvo a mi desayuno. Normalmente pido la tostada con aceite y tomate buscando un satisfactorio toque de acidez. La tostada con jamón serrano es algo más cara pero más fuerte y sabrosa (hay días en los que uno necesita reafirmarse). Hoy, sin embargo, he pedido la tostada con pan integral y paté. El pan es inmejorable y el paté fino y sutil: justo lo que necesitaba.
Un aviso: la tostada ha de comerse con la mano, aún a riesgo de mancharse los dedos. Disfruto cada mordisco y cada sorbo de café.
Completado el ritual, charlo algo más con Fran (si la atención a la terraza se lo permite), pago y, satisfecho, me marcho.